Las dificultades en el proceso de vinculación de actores en el proyecto La Azotea no han sido menores. Las confianzas se empiezan a producir recién después de muchos y sucesivos encuentros, y se fortalecen mediante un trabajo constante, el cual se encuentra expuesto a interrupciones por múltiples causas, tanto internas como externas.
Considerando que el equipo de gestión del proyecto -Toma- no era un actor local del barrio -al menos hasta su instalación en el lugar- y que el proyecto se plantea como una acción temporal -con fechas de inicio y término-, la relación con los actores locales y sus agendas se hace un tema de especial atención.
Es evidente que los actores locales trascienden temporalmente al desarrollo del proyecto, y que por lo tanto la acción se desarrolla en los términos de reflexión temporal -no por eso aislada- y detonante. La posibilidad de que la acción temporal derive en agendas más trascendentes, tanto en el tiempo como en el espacio, es un factor fundamental. Es en este sentido, que la serie de acciones que derivó en la reactivación del Comité de Desarrollo del eje San Diego - Arturo Pratt es de especial relevancia para el proyecto.
En cualquier caso, la generación de expectativas que no se puedan cumplir es un límite sensato en estos procesos de vinculación. Este límite, de todos modos, no es fácil de utilizar de manera productiva. A la vez que no debe convertirse en un límite para las acciones, sí es sensato mantenerlo como una consideración constante.
En el caso particular de Diana Santiago, la agenda de trabajo desarrollada en relación a un grupo de personas para el desarrollo de talleres de oficios, se vio interrumpido por el cambio de dirección en el proyecto, expresado con claridad en la renuncia de Denise Elphick -gestora cultural a cargo hasta octubre de 2014- y la consiguiente contratación de Nicolás Allende. La desorientación producida en el grupo por ese cambio fue suficiente para desarticular un trabajo que llevaba más de 3 meses -y varias reuniones- de duración.