“Asi como lo he planteado en otros textos, el valor
de la obra ya no está arraigado en la obra misma, sino a lo que ella provoca o provocará en
un entorno. Esta sería la dimensión performativa
de la obra. Cambiar la razón de una proyecto hacia fenómenos que están
asociados al efecto/impacto (tanto en el lugar como en las personas), significa
considerar una dimensión poco habitual que posiciona la discusión de
arquitectura en materias que van más allá de sus propias preocupaciones: el qué, que ahora se extiende hacia el para
qué; el cómo (en el sentido de un
efecto), de manera simultánea. Existen ocasiones en las cuales es posible
pensar en el resultado (mejor o peor), a veces de forma disociada, de una
proyección cortoplacista, para entender que el valor se encuentra en el sentido
de colectividad y pertenencia que dicha obra construirá. Así es como, se
estaría volviendo a considerar la construcción de un patrimonio intangible que
se construye a lo largo del tiempo y que, ciertamente, pone en valor otra forma
del “producto” de la arquitectura. El patrimonio intangible ha sido un tema
referido al valor cultural e histórico, pero que acá no necesariamente se entiende desde la construcción de una arquitectura, sino de lo que ella hace en el
entorno de las personas, cuando la proyectamos y la realizamos como obra. La
arquitectura entendida de esta forma, como herramienta de transformación es,
sin duda, una posibilitadora de cambio. Si entendemos que la arquitectura da
forma a la cultura y valores de nuestra sociedad, entonces se puede establecer
que las transformaciones de los hábitos de una sociedad pueden ser impulsadas por una
acción espacial (o de arquitectura). Es en este sentido que la arquitectura es
una fuerte herramienta de performatividad.
Rodrigo Tisi. Texto PARTICIPACIÓN CIUDADANA: performatividad
incidente en los procesos de desarrollo y transformación de la ciudad. En
revista SPAM_arq, Vol. 8, Julio 2014